El domingo pasado se posesionó el nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro. A diferencia de la mayoría de los países vecinos, Colombia no tuvo un giro a la izquierda a principios de siglo, así que el de Petro es el primer gobierno de izquierda que ha tenido el país. Aunque la dolorosa historia del progresismo en Colombia aconseja cautela, por televisión se veía un optimismo desbordante en las plazas de ciudades y pueblos. Los pronunciamientos del nuevo gobierno han insistido en el liberalismo social y económico, procurando distanciarse del espectro del comunismo con que la derecha trató de asustar a los votantes. Sin embargo, hay señales reales de cambio, como la invitación a ‘vivir sabroso’ con la que la vice-presidenta Francia Márquez ha propuesto una interpretación local y gozona del ‘buen vivir’. Otra señal importante es el cuestionamiento del modelo extractivo.
Los nombramientos ministeriales han mostrado intenciones claras, reconociendo la necesidad de construir alianzas con el establecimiento, pero también con grupos indígenas y Afrodescendientes, así como otros sectores de la izquierda. También hay varixs académicxs, sobre todo mujeres de las universidades públicas, lo cual ya es significativo. La ministra de Minas y Energía es una filósofa y geógrafa ambiental que ha escrito críticamente sobre ‘la acumulación privada de capital mediante la explotación extranjera de recursos mineros’ (Velez-Torres 2014). En su discurso de victoria, Petro propuso una transición ‘de la vieja economía extractivista’ hacia una economía ‘productiva’ que centre la agricultura y el conocimiento, así como un diálogo con los países de mayores emisiones de carbono para exigir financiación para la protección ambiental. Esta intención declarada de alejarse del extractivismo marca una diferencia frente a otros gobiernos latinoamericanos de este siglo (cf Riofrancos 2020). A estos ‘progresistas latinoamericanos’ se dirigió Petro, pidiéndoles que dejen de depender de los altos precios del carbón y el petróleo para financiar sus proyectos de justicia social.
Cambiar el modelo extractivista no es tarea fácil. Así como los minerales y combustibles fósiles, la economía nacional también depende de agroindustrias como el café, flores, banano, caña de azúcar y palma de aceite. Si bien el petróleo es el mayor rubro, el año pasado Colombia exportó más de 60 millones de toneladas de carbón, posicionándose como el cuarto exportador global. Sin embargo, esta importancia del carbón es una historia relativamente reciente. A medida que se despliegan nuevos horizontes y retos, vale la pena entender cómo se estableció el modelo actual de extracción.
Un punto clave de esta historia es la mina de El Cerrejón, ubicada en el norte de Colombia en la península de La Guajira, compartida con Venezuela. En particular, El Cerrejón Zona Norte marcó un cambio significativo en la extracción de carbón a gran escala y generó intensas controversias en su momento, a principios de la década de 1980. Como escriben Corral-Montoya, Telias y Malz (2022), las narrativas y discursos son una de las fuerzas que actúan en la implantación (entrenchment) de políticas extractivas. Por tanto, el cine, el video y la televisión puedieron ayudar a introducir, legitimar, facilitar, pero también resistir el proyecto de El Cerrejón.

El Cerrejón fue una empresa conjunta de tres mil millones de dólares, entre Carbocol (empresa del Estado) e Intercor (filial de Exxon). En su momento fue el proyecto de inversión más grande en la historia del país, y se pagó en gran parte con un gran endeudamiento público. Exxon había empezado a diversificar su portafolio en 1973 con la crisis del petróleo, y había firmado un contrato de exploración con la administración de López Michelsen, seguido por un acuerdo de explotación firmado con el gobierno Turbay en 1980 (Kline 2012). Los términos del acuerdo fueron fuertemente criticados por políticos como el senador liberal Luis Carlos Galán. En sus intervenciones en el Senado, así como en columnas de prensa, conferencias, y el libro Los carbones del Cerrejón, Galán argumentó que el contrato era desfavorable para el país. Las irregularidades en la valoración del carbón, de las regalías y de los costos de explotación, y la falta de transparencia de Exxon como operador único, también fueron denunciadas por economistas de Carbocol en otros dos volúmenes.

Un reportaje de televisión en tres partes, emitido en 1982 en la serie Enviado Especial, amplifica estas críticas. Presentado por Germán Castro Caycedo, uno de los periodistas más respetados del país, el reportaje se enfoca en la asimetría de las negociaciones entre Carbocol (una entidad diminuta con 15 empleados y donde no funcionaban los teléfonos ni los baños) e Intercor (parte de la corporación multinacional más grade del planeta). Los entrevistados también llaman la atención sobre un tercer actor en el proyecto, la firma constructora estadounidense Morrison-Knudsen. Aunque menos célebre, la Morrison-Knudsen tenía un papel crucial, siendo el subcontratista principal para todas las obras de infraestructura. La compañía, con sede en Idaho, recibió 1.7 mil millones de dólares para construir las instalaciones de la mina, el ferrocarril y el puerto. Castro Caycedo y sus entrevistados cuestionan sus prácticas y decisiones de contratación y compra, que no estarían creando las oportunidades de empleo e inversión dentro del país que habían sido prometidas.
Mientras tanto, la maquinaria de relaciones públicas de Exxon estaba en movimiento. Su brazo más visible era la revista Lámpara, que publicó artículos lujosamente ilustrados sobre La Guajira y El Cerrejón en casi todos sus números entre 1980 y 1986. Estos no siempre estaban dedicados únicamente a la operación minera, sino que también incluían recuentos históricos y arqueológicos, investigaciones sobre el medio ambiente, y artículos etnográficos sobre la población indígena Wayúu, principales habitantes de la región. (A finales de la década Exxon produjo también un esmerado corto documental, sobre el cual espero escribir en otra ocasión).

Puede sorprender que este aparente interés en las culturas y formas de vida indígenas está más presente en el material de Exxon que en el patrocinado por Carbocol, si bien reproduce miradas coloniales y en ocasiones condescendientes. Una de las maneras en las que Carbocol comunicó las promesas, justificaciones y contextos del proyecto Cerrejón en sus primeros años fue a través de la televisión educativa abierta. En programas de educación básica a distancia para adultos se explicaba el proceso de minería a cielo abierto y los beneficios que traería para el país y para La Guajira. Muchos de estos programas, realizados con poco presupuesto, reciclaban material patrocinado por Carbocol (en particular, un corto titulado Energía y calor de la humanidad). El metraje se remezclaba con distintos énfasis y narraciones, dependiendo de si se trataba de una clase de geografía, sociales, ciencias naturales o matemáticas. La ausencia de voces indígenas en estos contenidos enfatiza el centralismo del sistema de medios públicos, que refleja la concentración del poder para las elites urbanas blancas y mestizas. (Vale anotar que quizás el acercamiento más interesante y crítico al inicio del proyecto se encuentra en los dos capítulos al respecto de la serie Geografía Olvidada, de la programadora caleña Proyectamos TV).
En general, la televisión pública parece haber representado a El Cerrejón dentro de un modelo centralista de nación, en donde los argumentos macroeconómicos sobre la balanza de pagos, la necesidad de divisas, y la modernización de infraestructura tomaban prelación sobre los entornos de vida de la gente en la zona extractiva, y en particular de los pueblos indígenas. Como advierte el primer capítulo del volumen de Hallazgos y Recomendaciones de la Comisión de la Verdad, esta formación de centro y periferias internas se ha acoplado con la posición del país en los mercados internacionales, y ha sido motor del conflicto interno.
“La concepción de una parte de Colombia como un país que no importa más que como fuente de recursos naturales, ha llevado a la expansión de un modelo de desarrollo basado en el extractivismo y la implantación de políticas mediate la coacción y las armas” (71-72)
Así como han tenido su lugar en la implantación del modelo extractivo, los medios también han sido sitio de resistencia. Desde la Constitución de 1991 han florecido las iniciativas de comunicación, cine y video indígena y desde los territorios. La producción en La Guajira es sustancial y, sin haber hecho aún la investigación necesaria, no pretendo intentar ningún resumen. Algunos ejemplos incluyen el trabajo de David Hernández Palmar y el proyecto de La Guajira le habla al País, coordinato por CENSAT Agua Viva.
Este acercamiento a la historia de las relaciones públicas y comunicaciones corporativas alrededor de El Cerrejón Zona Norte colinda algunas de las posiciones sobre nacionalismo de recursos (continuar la extracción pero nacionalizar una mayor parte de la ganancia), que otros países aplicaron en las décadas siguientes. Discusiones como la dada por Galán no cuestionaban la necesidad de extraer combustible fósil, solamente los términos económicos en los que se haría. Para ese momento, Exxon sabía que sus actividades estaban causando calentamiento global, pero presentan la minería de carbón a gran escala como un proceso con cuyos impactos ambientales son localizados y controlados. La zona de sacrificio resulta ser el territorio indígena, que se presenta como un desierto estéril. El pueblo Wayúu se representa apenas como un aspecto de la geografía, ‘parte del paisaje’, o posible beneficiario de asistencia e infraestructura. La tierra se entiende ante todo como recurso económico (y un obstáculo para llegar al valioso subsuelo), sin reconocer las relaciones tradicionales o incluso la propiedad legítima de los pueblos indígenas, Afro y campesinos sobre el territorio. Si estamos viendo tal vez el comienzo del fin de la primacía indiscutida de los combustibles fósiles, vale la pena repasar el papel que tuvo la imagen y la narrativa en la implantación del modelo extractivo, y las miradas diferentes a la tierra que proponen los medios indígenas e independientes.
Puede leer un informe preliminar sobre la investigación de archivo que he estado haciendo aquí: https://mediarxiv.org/u6qvh/
Pingback: Broadcasting the beginnings (and endings?) of large-scale coal mining | Outwith